Cuando nos referimos a ‘economía circular’, nos referimos a una estrategia de utilización de recursos cuyo objetivo consiste en reducir la entrada de los materiales vírgenes y la producción de los desechos. De esta forma, se cierran los flujos o ‘círculos’ económicos y ecológicos de estos materiales. Esta estrategia distingue los flujos materiales en dos tipologías: los nutrientes biológicos, elaborados para volverse a introducir en la biosfera evitando incidentes técnicos y los nutrientes, que están diseñados para circular sin perder calidad dentro del sistema de producción, pero sin retorno a la biosfera.
España, en este sentido, no ha sido el país líder pero tampoco se ha quedado atrás: a finales del año pasado éramos uno de los países europeos mejor posicionados para iniciar la transición hacia la economía circular y ahora podemos decir que hemos comenzado con esta ambiciosa misión. Llevábamos labrando un camino que ha facilitado mucho las cosas: en 2019, según el Eurobarómetro, España era el tercer país europeo más preocupado por el cambio climático y, desde 2016, ostentaba también la tercera posición a nivel europeo con respecto al estadio de implantación de la economía circular por parte del entorno empresarial —del que un 85% reconocía, en aquel momento, haber realizado algún tipo de acción relacionada con este modelo—. La concienciación y el ánimo por alcanzar cotas de sostenibilidad viene de atrás.
No obstante, en la particularidad de España nos encontramos con un mapa que recoge diferencias muy notables entre regiones, hecho que incluso la Comisión Europea resaltó, calificando de complejo nuestro sistema de organización territorial y competencial y señalándolo como uno de los principales obstáculos para la implantación de un modelo efectivo de Economía Circular: no en todos los sectores se aplicaron estas acciones por igual y estas diferencias suponen un problema para la coordinación y la fijación de objetivos comunes para todo el territorio nacional.
No obstante, y aunque hayan pasado desde estos datos pocos años, España se ha concienciado enormemente sobre la importancia de la sostenibilidad para el futuro del medio ambiente y el mantenimiento de nuestro ritmo de consumo. En este sentido, los SCRAPs (Sistemas Colectivos de Responsalibilidad Ampliada del Productor) como AMBILAMP o AMBIAFME cumplimos un papel fundamental ya no sólo llevando a cabo nuestro trabajo de recogida y tratamiento de los residuos que luego vuelven a ponerse dentro del círculo productivo; también realizamos una gran labor informativa a través de multitud de campañas informativas que nos demuestran la efectividad de un elemento tan importante a nivel corporativo como lo es la comunicación: desde AMBILAMP apostamos el año pasado por invertir una gran partida presupuestaria en una campaña de concienciación para el correcto reciclaje residuos de iluminación y RAEEs, a través de la cual conseguimos reducir en 14,7 puntos el porcentaje de personas que recurrían a métodos no adecuados y conseguir que prácticamente la misma cifra pasara a aumentar la parte correspondiente a quienes depositan estos residuos en el contenedor adecuado. Nuestro trabajo es el reciclaje y la concienciación para hacerlo.
Desde la Asociación, continuamos a un buen ritmo en cuanto a la adopción de medidas para conseguir un modelo de Economía Circular: dentro de nuestro papel en este sentido, que llevamos a cabo en todo el país, durante 2019 recogimos para su reciclaje 2.709 toneladas de residuos de lámparas —un 3,55% más que en 2018—, 3.577 toneladas de residuos de luminarias —un 60,19% más que el año anterior— y 2.557 toneladas de residuos de material eléctrico y electrónico bajo la marca AMBIAFME. En total, en todas nuestras líneas de negocio conseguimos recoger y tratar casi 8.843 toneladas de residuos lo que supone un incremento de un 72,51% con respecto a 2018 —año en el que se recogieron 5.126 toneladas—.
En AMBILAMP estamos convencidos y comprobamos día a día que, gracias a este modelo —o a medidas que nos acerquen a él lo máximo posible—mantenemos el valor durante mucho más tiempo y usos de los productos, componentes y materiales; impulsamos la innovación y el desarrollo para alcanzar mayores ventajas competitivas; y creamos puestos de trabajo para llevar a cabo las distintas fases de su aprovechamiento. Todo ello, protegiendo a las personas y al medio ambiente en un momento en el que necesitamos tomar conciencia de forma colectiva para salvaguardar la naturaleza, cuyo cuidado está directamente relacionado con nuestras formas de consumo y de gestión de los residuos.